EL MUSEO DE LA ILUSION

Proyecto Santa Monica. Colonia Villa Cristina, Tegucigalpa. HONDURAS


lunes, 21 de enero de 2008

Catalino

Érase… y sí que lo es, un lugar lejano de Honduras donde el sonido de los molinos que quiebran el maíz todavía se escucha dos horas antes de que salga el sol. Allí vivía Catalino, un cipote de costumbres muy familiares de esas que se conservan tal y como eran desde el primer catracho. Catalino parecía muy normal. Era como todos los cipotes de su colonia, él cumplía con sus obligaciones y cada día llenaba su cabeza con inquietudes. Solía subirse a una montaña cercana a la labranza de su familia. Allí se preguntaba cómo sería vivir allá lejos, donde su vista no lograba alcanzar.

Una mañana se levantó y replicó al gallo, -“Tengo un sueño”. Con estas palabras dejó al gallo mudo y se marchó. Agarró cuatro pesos, repartió millones de besos y abrazos, y se dirigió hacia donde salía el mínimo. Éste era el nombre que los chigüines de la comunidad chisteaban cuando nombraban al cuatro latas amarillo, que como el dulce sabor de los plátanos, alimentaba los viajes de su imaginación.

-“Buen día señor busero”.
-“Buen día, Catalino. ¿A dónde se dirige, pues?”
-“Marcho a donde nacen los sueños”.
-“¡¡Ay pues!! El diesel cuesta un peso, pero llevarlo será un placer.

Con su cara hinchada de satisfacción, pegada al cristal, sin perder detalle de los cerros, no supo en qué momento se convirtió en profundo sueño lo que antes veía realidad. Después de cinco minutos, despertó y volvió a exclamar, -“Tengo un sueño”. Imaginó que podía pintar bellas casas con el color de los ríos que veía a su paso. De hecho, dibujó humildes hogares como el suyo.

Andadas cien leguas, Catalino se alarmó con un olor que no le era conocido. No era como los olores de la cocina de su mamá, ni como la quema del monte antes de sembrar. Escuchó el continuo tintineo de unas campanillas que se dirigían hacia donde huían las bandadas de pájaros. En ese momento, se quedó dormido con ese amargo olor y al despertar exclamó, -“Tengo un sueño, quiero conseguir que los pájaros no se marchen de su casa”.

En la siguiente parada del mínimo, vio subir a unos jóvenes de aspecto extraño. Despertándole una sensación que jamás había tenido, los individuos desenfundaron sus armas dispuestos a arrebatar a los pasajeros lo que con duro esfuerzo habían ganado. Para colmo esto sucedía de camino al lugar donde nacen los sueños. Fue entonces cuando escuchó el estruendoso aleteo de un extraño pájaro. Miró luces rojas y azules que despojaron a los asaltantes de sus armas. Con la tranquilidad que arrulló sus pensamientos, volvió a quedar dormido sin esfuerzo. Y al despertar, volvió a exclamar -“Tengo un sueño, quiero devolver la quietud al camino de las fantasías.

Vivió mil y una aventuras: hombres de pantalones cortos que hablaban de raros resultados, 1-0 y 2-1 significaban empate, niños que cantaban a la voz de sus cuidadoras, poniéndoles notas al cuatro latas, miró gentes que dejaban volar sus sueños a la sombra de los pinos y caballos que cargaban bellos sentimientos, mujeres con trajes blancos que acompañaban a personas cansadas. Así pasaban las noches y los días. Y al amanecer Catalino cantaba como un gallo: -“Tengo un sueño”.

Una mañana un hombre le gritó: -“¿Qué es esa papada de ‘Tengo un sueño’? ¡Viaja usted con la cabeza llena de paja!”. Estás palabras lo desilusionaron y las siguientes noches durmió y descansó, pero dejó de soñar. Cada día se levantaba sin ganas de aprender ni de reír. Los días se llenaban de horas, minutos y segundos. Se olvidó del motivo de su viaje y se sintió solo.

Al llegar la noche ya estaba cansado de soñar, no dijo nada al despertar. Comenzó a andar con la pesada carga de las palabras de aquel hombre. Se paró y descubrió que un puñado de chigüines jugaban y parecían aprender a la sombra de un muro desnudo. Seducido por su risas se acercó a ellos y les preguntó, -“¿Cuál es la fuente de su alegría?”. Algunos contestaron que imaginaban ser pintores; otros bomberos, policías, futbolistas y los demás querían hogares en hermosos lugares, o ser profesoras, enfermeras,… y, de repente, uno de ellos gritó: “Yo no quiero sólo imaginar, me gustaría convertirme en una gran persona y no en una persona mayor porque lo que yo quiero es poder compartir”.

Con estas palabras nuestro joven aventurero recordó todos sus sueños, pero esta vez podía compartirlos: Los pájaros que regresaban, la quietud del camino de la fantasía,… Volvió a mirar el muro, testigo mudo del paso del tiempo y bien despierto exclamó:-“¡Es una realidad!!!”. Sintió que había llegado al final de su viaje, a aquel lugar al que se había encaminado el día de su partida. Con sus nuevos amigos trabajaron y “trabajan”, en esa pared que ya habla, gritando la inspiración de la felicidad. De este modo muestran con orgullo los objetivos de tan dignos dueños de la risa.

Esta es la historia de Catalino y de un puñado de cipotes que viven en aquel lugar donde nacen los sueños.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

!Qué bueno! Está muy bien que haya gente con imaginación para hacer real este tipo de iniciativas. Los niños no sólo necesitan la ayuda económica de quienes podemos dársela sino cosas como éstas, originales y divertidas, que también forman parte de su educación.

¡¡Muchas felicidades y sigan así!!

Anónimo dijo...

Muy bien chavalos y chavalas!!!!!
...lo haceis cada vez mejor...
leer y escribir
para hablar y escuchar
eso es estudiar
y seguro que gracias a las mamás
que ellas lo hacen siempre bien
ojalá sean cada vez más papás
los que se den cuenta
Yo os saludo desde España
ya me falta poco para entrar en el Hospital, a estudiar siempre más
con los enfermitos

Feliz Navidad, canten bastante
un abrazo fuerte para toda las colonias Villa Cristina, Villa Franca y la San Juan

jose